Boletín Oficial de la Comunión Tradicionalista Carlista de Navarra

martes, 24 de abril de 2012

AUTONOMÍAS SÍ, PERO DE OTRO MODO

Tras épocas de turbulencia, cuando parece que las ideas
y hábitos se han vuelto locos, la realidad de la
intrahistoria que sostiene el presente reclama
sus fueros.
Fueros significan autarquía o gobierno propio en lo que es
de la propia competencia, instituciones según Derecho,
respeto al cauce mantenido por nuestros mayores
-sin trasvases humanamente
desorientados, aventurados y ruinosos-, principio
de subsidiariedad, y más sociedad y menos Estado
-o ningún Estado moderno-.

Junta de Gobierno de la Comunión Tradicionalista Carlista
 En estos momentos en que se está pidiendo la supresión de las autonomías la Comunión Tradicionalista Carlista se ve obligada a decir algo a los españoles.

Con el lema “Fueros”, mencionado expresamente o incluido en el concepto “Patria”, el Carlismo viene defendiendo las autonomías desde su aparición en la política, en 1833.

En el curso de la primera guerra, las potencias del norte preguntaron a D. Carlos V si restauraría los Fueros y la Inquisición. La contestación fue positiva para los primeros y negativa para la segunda.

En su Carta-Manifiesto a su hermano D. Alfonso de fecha 30 de junio de 1869, dice D. Carlos VII:

Ama el pueblo español la descentralización, y siempre la amó; bien sabes hermano mío, que si cumpliera mi deseo, así como el espíritu revolucionario pretende igualar las Provincias Vascas a las restantes de España, todas éstas semejarían o se igualarían en su régimen interior con aquellas afortunadas y nobles provincias.

Esta fue su línea política durante toda su vida que remató en su Testamento Político:

Encárgole igualmente (a su Sucesor D. Jaime) que no olvide cuán ligado se halla por mis solemnes juramentos a respetar y defender las franquicias tradicionales de nuestros pueblos. En las importantes juras de Guernica y Villafranca, entendí empeñarme, en presencia de Dios y a la faz de los hombres, por mí y por todos los míos.

El mismo sagrado compromiso hubiera contraído con cada una de las regiones de la patria española, una e indivisible, según ofrecí a Cataluña, Aragón y Valencia, si materialmente me hubiera sido posible. De esta suerte, identificados y confundidos en todos los españoles dignos de este nombre, su deber de vasallos leales con su dignidad de ciudadanos libres, compenetrados en mí la potestad Real y el alto magisterio de primer custodio de las libertades patrias…

Los tradicionalistas seguimos defendiendo la descentralización, teniendo en cuenta que la centralización excesiva ha sido una consecuencia del “espíritu revolucionario” que mencionaba y combatía D. Carlos.

Este “espíritu revolucionario” convirtió al Estado en un dios que se entrometía en todas las facetas de la vida de los españoles. Frente a ello el Carlismo ha venido defendiendo el lema: “Más sociedad, menos estado”.

Las actuales autonomías se han establecido con ese mismo “espíritu revolucionario” y hoy tenemos en vez de uno, diecisiete miniestados que siguen privando a la sociedad de sus atribuciones. Los problemas, que ya veníamos denunciando, de un estado absorbente se han multiplicado por el número de autonomías. Los carlistas queremos autonomías. Pero no como una multiplicación de naciones liberales que tiene que terminar en la ruptura de España. Las deseamos como una libertad de las regiones, provincias y municipios para resolver los problemas que les son propios.

         Y no podemos olvidar que España es el conjunto de hombres y tierras unidos por la Fe en el mismo Dios y la lealtad al mismo Rey. Eliminados, como ocurre hoy, ambos valores de nuestra vida política, no nos queda como elemento de unión más que la necesidad de la vida común. Necesario pero insuficiente para una vida exenta de conflictos.

El Estado liberal, hijo de la Constitución de Cádiz que tan alabada es hoy, oprime con su centralismo a los pueblos. Cuando establece autonomías, se convierten en caos, separatismo y ruina económica. Es el Estado liberal el que hay que sustituir por una Monarquía Cristiana acorde a nuestras tradiciones milenarias.

1 comentario:

  1. El problema del liberalismo en España es que durante el siglo XIX se impuso su variante errada: el liberalismo francés, que es racionalista, jacobino y propenso a la ingeniería social. Pero existe otro liberalismo: el escocés, que no es racionalista ni irracionalista, sino tradicionalista; que es descentralizador y municipalista; que defiende al individuo y a la sociedad civil por él creada de forma natural, por ejemplo a la familia; y que aboga por la no ingerencia del estado en la socidad civil mediante la ingeniería social que permiten la educación estatal y el control de los medios de comunicación.
    De ahí que el profesor Miguel Anxo Bastos defienda que los verdaderos liberales en España fueron y son los carlistas. Y basta leer "La fatal arrogancia: los errores del socialismo" o "Individualismo: el verdadero y el falso" de Hayek para saber que tiene razón.

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